Es tanta la publicidad con la que estos dÃas nos bombardean la vuelta al cole, que acabamos por creernos su importancia. Se le confiere prioridad a la compra de los libros, del uniforme, la mochila, el ordenador o tantas otras cosas que precisamente, estas campañas consiguen el objetivo de «no desviar» nuestra atención del tema. SÃ, lo digo bien, pues desvÃan la atención de lo educativo, para hacernos vivir una vuelta que los propios medios califican de no-traumática. Un año tras otro, hemos ido descubriendo lo problemático que puede resultar este cambio para todos…, para los niños, para sus padres, para los maestros… En algunos casos, parece tan fuerte la tormenta que llega con el mes de septiembre, que la inundación acaba por cubrirnos hasta la altura del bolsillo. Vamos, que queramos o no, hay que suavizar la inmersión escolar, para salir a flote. Menos mal que la moderna ciencia psicológica es capaz de echarnos un capote con el que cubrirnos al menos la cabeza y asÃ, aguantar tal chaparrón…
    Aunque no lo crean, en cierto modo es asÃ. El tema resulta tan importante, que esos «expertos» llegan para ayudarnos a resolver todos estos conflictos internos y asà evitan que pueda ser traumático para los ciudadanos de a pie y a las empresas que viven de ello, también. Porque los damnificados somos… ni sé cuántos. Lo mismo empresarios que simples ciudadanos. Para muchos negocios, algunos grandes pero otros, quizá la mayorÃa, pequeños y hasta pequeñitos, familiares, terminar el mes de septiembre con cierto equilibrio en su balanza de pagos, supone respirar en ese último trimestre del año (y comer, y mandar a sus propios hijos al cole, y vestir y…, en algunos casos, hasta dormir). Para ellos, esta campaña es la clave de su subsistencia, les supone llegar a navidad. Asà que no busquen grandes eslóganes que nos animen, porque un motivo asà nos basta; septiembre resulta fundamental para muchos. Ahora, volvamos a la cuestión escolar y familiar, que es lo que nos ocupa.
    Sea como fuere, todos sin excepción, pasamos por el aro, yendo a la compra. Resulta interminable la lista: boli, rotus, tijeras, sacapuntas, regla…. hay todo un sinfÃn de cosas necesarias para ir al cole. Incluso, puede ser peor aún, si son los propios niños los que nos acompañan al centro comercial para realizar el avituallamiento, pues tienen un conocimiento más detallado de lo inservibles que están los materiales del curso anterior… Vamos, que acabaremos hasta etiquetando mecánicamente los libros que se forrarán con la última tecnologÃa en plásticos, que no necesita ya cello transparente para fijar el protector. Y por ende preguntándonos cómo pusimos sobrevivir a los clásicos rollos de papel de forro, a la goma de milán y a la cajita de pinturas de madera. Hoy, se ha dado la vuelta incluso a la historia, en beneficio de una nueva economÃa escolar que contribuye a la modernización de la estructura familiar. Y eso que no mencionamos el pendrive, la caja de folfers o el hub de siete entradas. Esto último queda para los más avanzados, los mayores, vamos los que llevan un kit oficial que incorpora móvil-cuatro-ge.
    Esta es una vuelta al cole muy diferente. El problema que vemos en la campaña, que puntualmente nos llega todos los años a finales del mes de agosto, no es únicamente de carácter económico. También hay una vertiente social, quizás la que más debiera preocupar, no tanta campaña publicitaria… Podemos desentrañar su contenido valorando el protagonismo que corresponde a cada uno. Serán únicamente cuatro palabras:
    Una. La vuelta al cole, en primer lugar han de protagonizarla los propios alumnos, los niños y jóvenes, que están directamente afectados. El colegio les exige un estilo de vida, cotidiana, muy diferente al que hayan venido disfrutando en vacaciones. Han de disciplinarse los horarios, afinando hasta la puntualidad; organizar las jornadas, en virtud de sus tareas o responsabilidades que sea necesario cumplir; considerar la importancia del descanso, los buenos hábitos y la higiene saludable; y hacer que orden, esfuerzo o compromiso, sean vocablos que se incorporen con naturalidad. Los «mayorcitos» ya deben ser autónomos en su logro; en el caso de los alumnos pequeños, el compromiso del cambio radica en sus padres. Esta sà que es, por encima de las campañas, los materiales o la ropa, «su» campaña, su cambio.
    Dos. Los padres, porque también ellos «vuelven», no pueden inhibirse de su responsabilidad educadora. Ahora menos que nunca, el comienzo del curso resulta clave para sus hijos. Supone un cambio de tal importancia que en ocasiones acarrea desconcierto, indefensión, desorientación,… Es necesario estar ahÃ, para acompañarlos, orientar, canalizar, y ayudar su «réentrée». Y ya de paso, vendrá muy bien sentar buenos principios y asà disciplinar los hábitos cotidianos y poner orden en la estructura familiar. Esto será educar.
    Tres. de un modo genérico, porque trasciende la obligación paterna y a materna, esa responsabilidad educadora corresponde a todos y cada uno de los miembros de la familia. A cada uno le pedimos que asuman su papel, en el contexto que le corresponda. Padres, tÃos, abuelos, hermanos,… todos, y cada uno, educamos. Es necesario coincidir en los objetivos, de modo que todos sumemos con cada aportación. Nadie puede inhibirse. Cada palabra, cada gesto, cada permiso o cada mandato, el beso o la regañina, bien hechos, educan. Todos, todos, todos, tú y yo también. Nuestra actitud, en cada momento, educa, cada ejemplo también, el diálogo se construye y la buena educación la conforman muchos pequeños detalles, momentos y actitudes.
     Y cuatro, no podemos dejar fuera de esta responsabilidad a la sociedad en general. La vuelta al Cole, requiere un nuevo respeto social, a los maestros, a la profesión. En este momento como nunca, las cosas deben estar en su lugar, y entre todos hemos de conseguir que los conocimientos sean más importantes que los lápices con los que se escriben, los libros nos lleven a escudriñar su contenido, que los blogs nos sorprendan por su originalidad y que, al fin, las ideas acaben por encima dell nivel social de quienes las sustentan.
    El cole, ese cole al que nuestros niños ahora parece ser que vuelven, alberga nuestro futuro, y por tanto, es ahora cuando podemos hacer que ese mañana resulte multicolor. Hagámoslo, entre todos.
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ArtÃculo publicado en El mundo Edición Cantabria martes, dÃa 3 de septiembre de 2013. Pág. 2 TRIBUNA / EDUCACIÓN / JOSÉ QUINTANAL.